Carta a una despedida
Lo que engullía mi estómago enfermo de alimento,
era un cuarto a paredes lastimadas
de 4 columnas que plenamente eran rosadas,
se ahogaban hasta las ganas de querer resistir.
Como goza sin vida el que espera amarse,
mientras espera y se le aleja la vida mismo,
con un cuarto empapado de ínfimo brío
sabía lo que querías al conquistarme de más.
Era gozo inmaculado en los largos instantes
lo que en tiempo de vida le llamaban momentos
pues al ver todo lo que transcurre de mis recuerdos
mi vida llora al verse reducida en tiempo.
De la mano ahora llevo jalando el cariño
cuando voy erguido o me tuerzo enhiesto
más masculino, un hombre nuevo
por haberme zafado de ese cariño obsceno.
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Sin versos nuevos
ni palabras que no comprendo
me despido de nuevo, de este cuarto abuelo.
Agur a la sangre, la tinta, lo que recuerdo aún de viejo
las personas, las caricias, lo que me llevó de la mano a lo bueno,
el humo que desgastó mis labios
insistir en la mente y salir lastimado
a quien amé y ya no amo
a quien amé y me susurra el corazón que aún lo hago.
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